Entre la “Factory” de Warhol
a la “Maquila de Dafen”
En
la década de los sesentas del pasado siglo, el mundo estaba a la expectativa
del momento en que Paris entregaría a Nueva York, el relevo como capital del
arte. Los lugares comunes de la bohemia parisina pronto serian sustituidos también
por otros nombres, donde ya los grandes, con Picasso a la cabeza habían
expuesto sus obras, ante el hecho inevitable de que el gran mercado se mudaría
al otro lado del océano. Y no nos engañemos, la capital del arte, está en el
lugar donde está la capital del mercado del arte.
Es
casi seguro que el joven Warhol, a la sazón ilustrador de las mejores agencias
publicitarias, fuera testigo de esos vernisagges y llegara a admirar y envidiar
al más prolífico de los pintores de la época. Un verdadero Rey Midas que
llenaba con sus obras cubistas, las mejores galerías, museos y colecciones.
Como dicen tantas madres con tono escéptico al observar una obra cubista “eso
lo hace hasta mi niño” es posible que también lo dijera Warhol, aunque con un
tono mucho más que admirativo. En la capital misma, de la naciente sociedad de
consumo, un consumado dibujante de la industria publicitaria, era la persona
mas indicada para pensar en ello y creer que era posible. Creer que una nueva
clase de “artista” podía emular al pintor malagueño y porque no superarlo. El
mundo es de los osados, reza una máxima publicitaria. Lo que no estaba muy
claro era que una persona enclenque e hipocondriaca como Andy pudiera asumir el
papel del infatigable Picasso.
No
es descabellado pensar que ese fuera el origen de The Factory.
Andy
Warhol aglutinó a toda una serie de artistas y bohemios tan interesados en los “guateques”,
como en el cine, la música, las drogas y la plata. La Factory fue un hervidero
artístico y también un negocio para un creador que nunca renegó de su amor por
el dinero.
Fue
un espacio permisivo, una impostura con vocación de reality show con clara
intencionalidad comercial y una vitrina en forma de loft donde Warhol materializó
su enorme afición por el mestizaje de roles. Algo que encajando con el ambiente
neoyorquino de la contracultura, un vanguardismo Prêt-à-porter de yupies que aun no se llamaban yupis
y faranduleros, celebridades y aspirantes, ricos y pobres democráticamente
mezclados, entre drogas y en vaqueros. Nada que ver, con esa otra escena
artística y bohemia del Village que estaba más próxima a las clásicas
convenciones, pero también más cercana a la génesis rigurosa del pop art como corriente
de ruptura.
Warhol,
el gurú mediático, creador de una obra a mitad de camino entre el arte y el
souvenirs, ya conocía aquellos happenings interactivos de los años cincuenta en
los que con música de John Cage y danza de Merce Cunnigham convivían en el
mismo show, las artes plásticas y las lecturas de poemas. Tal vez por eso, y
también por su propia condición de artista multidisciplinar y social en busca
de gloria y fama, concibió en los primeros sesenta un espacio interactivo, o
mejor dicho una fábrica, donde el objetivo esencial era hacer grandes cosas con
pocas cosas, falsos decorados hollywoodenses, con paredes cubiertas de papel de
plata, panachés de cine, música y arte; revueltos de católicos y judíos,
mezclas de chicas de buena sociedad de Cambridge o Boston y bohemios pobres del
downtown neoyorquino; e incluso armónicas sopas en las que cabían gays,
travestis y heterodoxos sexuales a la búsqueda de fiesta y compañia nocturna y
sobre todo compradores, los grandes coleccionistas que se acercan a observar
aquel mundo paralelo con el justo morbo y la chequera lista para no desmerecer
en el lugar.
Todo
aquello, instalado inicialmente en un loft de la calle 47 Este, no solo
potenció la fama del Warhol como pintor, dibujante, grafista, cineasta, fotógrafo,
productor musical, empresario y estrella mediática, y también su condición de abanderado de la
vanguardia ante unos medios culturales enormemente sorprendidos y curiosos por
lo que se estaba cocinando en una Factory de puertas abiertas y de personajes
unas veces artistas y otras meros comparsas.
Así,
muy en aquella línea dadá que estaba en el antecedente del pop art, la Factory sirvió de base
para ese inicial cine medio verité de Warhol en el que se negaban las
convenciones de la narración fílmica, a través de estructuras minimalistas,
perspectivas invariables y montajes alejados de cualquier requerimiento sobre
el tiempo y la imágen. Pero también, como válvula expresiva y trampolín de la
corte de Warhol, el cine de la
Factory fue igualmente un instrumento para regalar mucho más
de los quince minutos de fama a personajes que no hubieran pasado a las páginas
de la historia de la modernidad. La
Factory se convertía así en la fábrica de las mismas
estrellas que le darían brillo.
Finalmente,
la Factory fue
sobre todo, el taller creativo donde Warhol inventó bellas imágenes tan
impostoras como su propia impostura. Hubo, sí, una cierta investigación de la
forma de representación, aunque lo más importante era el éxito a través de la
producción de la imagen inapropiada tanto para el lugar correcto, como para una
gente correcta que recibía su certificado vanguardista con una simple visita o
con la admiración de una obra producida en ese espacio donde ejercía un faraón
que necesitaba de la inspiración de su corte y, por supuesto, de la validación
social.
Se
trató, pues, de un engaño muy serio que empezó con un simple deseo de fama en
el que el verdadero arte era accesorio, pero que al final se transformó en una
auténtica revolución cultural con indiscutibles efectos sobre la concepción y
la historia del arte hasta nuestros días. Y eso es, precisamente, lo que quedó
de una Factory que, tras el atentado sufrido por Warhol en 1968, nunca más
volvió a ser el mismo espacio abierto y permisivo de creación, diversión, negocio
y escaparate de tipologías que había sido.
El
negocio estaba ya tan bien encaminado que no se requería de la Factory como tal y a partir de entonces, con la
creación de la sociedad Warhol Enterprises, Inc, se acaba un ambiente de falsa
espontaneidad, que es sustituido por una deshinibida cultura comercial de la
celebridad, donde se mudan las comidas y las copas en Max Kansas o The Ginger
Man por el lujo del Studio 54 y las visitas de Bianca Jagger, Liza Minelli y
cualquier otra estrella dispuesta a ser catapultada a la modernidad en retrato
polaroid…
…Muchos
años después y a miles de kilómetros, en el país donde perviven los retratos de
Mao en los lugares mas respetables, pero no en el estilo pop inmortalizado por
Warhol, hay otro tipo de factoría en la vieja aldea de pescadores de Dafen a
escasos kilómetros de Hong Kong de donde salen la mayoría esas réplicas casi
perfectas de pinturas conocidas, que se venden en casi todas nuestras ciudades
y que a veces, tomamos por reproducciones digitales que no son, ya que los
chinos han descubierto algo mas barato que eso.
Y es que en este lugar
trabajan casi 10.000 pintores reproduciendo a los grandes genios de la pintura,
pero a pesar de ser un trabajo en cadena, ya que utilizan sistemas en cadena
donde cada pintor está especializado en una parte en concreto del
cuadro y pudiendo producir una media de 30 cuadros diarios, los
artistas elegidos son los mejores estudiantes de bellas artes de diferentes
escuelas de China, aunque sus jornadas de trabajo superan con facilidad las 10
horas seis días a la semana.
China está aplicando al arte
las mismas técnicas de manufactura que en otros campos como juguetes y
electrodomésticos. La mayoría de las pinturas son creadas por grupos en
los que cada pintor-trabajador se hace responsable de cierto conjunto de
colores o pinturas copiados de la fotografía de un trabajo ya existente. Muchos
son también producidos por una persona que pinta la misma obra una y otra vez
cual Prometeo encadenado.
Así hay especialistas en
hacer Van Goghs, de hecho hay trabajadores que aseguran haber pintado más
Picassos que Picasso mismo. No obstante, la mayoría son fabricadas, mediante la
impronta de una impresión en un lienzo, en el que posteriormente los
trabajadores rellenan las líneas.
De hecho en este lugar se
producen nada menos que el 70% de los cuadros que se venden a nivel mundial, lo
que vienen a ser más 5 millones de lienzos al año.
Cinco kilómetros cuadrados
de valla, rodean a media docena de calles empedradas al estilo europeo, con 800
galerías de arte falsificado y glamorosas cafeterías. Un “maravilloso campo de
concentración” con miles de talleres donde se puede encargar por unos 35
dólares, réplicas de Picasso, Leonardo, Rafael, Van Gogh, Miró, Renoir o
cualquier artista conocido en una copia casi exacta al original.
Detrás de esta “perversión
Warholiana” está Huang Jiang, un avispado empresario propietario de una
impresora en Hong Kong, que llegó a Dafen en 1989 buscando un lugar tranquilo
donde poder atender los grandes pedidos de miles de cuadros que le hacían las
grandes superficies comerciales americanas, como Wal-Mart.
El Proyecto EX-PRES.ARTE. está
en el término medio de estos extremos, tal lejos del glamour de la metrópoli
como de la infamia periférica; tan lejos del mercado capitalista, como del
comunismo de mercado. Y es que miembros
de la Asociación Pro-Arte
que han participado y participan en un Trabajo
Comunal Universitario con jóvenes privados de libertad en La Reforma, se han dado a la
tarea de crear un espacio creativo que facilite la reinserción laboral de estos
jóvenes. En un principio se pretende crear un taller de serigrafía, similar al
que se ha hecho en el Módulo de Adulto Joven de La Reforma para que los
jóvenes que allí aprendan esta técnica, puedan tener al salir, al menos un
espacio donde desarrollar sus habilidades y entre tanto los talleres
particulares de algunos compañeros de la Asociación, están abiertos para que algunos de
estos jóvenes se la jueguen haciendo sus pinitos como pintores.
Es así como surgió el Proyecto EX-PRES.ARTE. cuando nos topamos en las calles, con esos jóvenes
que venden “popis” u otros confites, como precario modo de subsistencia, porque
su hoja de delincuencia no les permite otra opción. Ronald uno de ellos fue el
primero que se animó a tomar el pincel, a pesar de que en sus años de encierro,
no había tenido la oportunidad de apuntarse a ningún taller. Para que la cosa
no se hiciera muy cuesta arriba, nos dimos a la tarea de diseñar unas obras de
fácil ejecución, a partir de cuadros
conocidos del arte moderno. Unas “Apropiaciones Indebidas” que esperamos
ver algún día reunidas en una exposición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario